Todos envejecemos pero, ahora acepto mis canas y libero mi Alma.
Esta es la experiencia de una mujer de 60 años que ha decidido soltar los prejuicios, las apariencias y volver a sentirse a gusto con ella misma tal como es.
Hace unos meses, por fin hice lo que llevaba bastante tiempo pensando: “Quiero dejar de teñirme el pelo”. Todos envejecemos pero, otra cosa es cómo lo lleves y ahora, por fin puedo decir que estoy siendo coherente conmigo y con lo que llevaba tiempo sintiendo.
Cuando le dije a mi peluquera de siempre que ya no quería teñirme más las canas se quedó impactada y la amiga que estaba a su lado, se quedó horrorizada.
Lo primero que salió de sus bocas fue: “¡No lo hagas, vas a parecer vieja!”. Esa también era mi preocupación, no lo voy a negar.
Siento que mi alma está evolucionando hacia algo nuevo. Esta necesidad por dejarme el color natural de mi pelo y que además, con el paso de muchos años se ha ido llenando de canas, procedía de un lugar más profundo de lo que en ese momento creía.
Sin embargo, me senté en el sillón de la peluquería y sin saber cómo, acepté que me dieran otra vez la base de tinte, los reflejos y el corte mensual, una dura prueba para mi falta de estima.
Mientras me daban el tinte me decía a mí misma: ¿Pero no decías que todos envejecemos y ya lo tenías claro? ¿Qué te ha pasado?
Cuando me fui del salón de belleza con mi pelo recién teñido, me vinieron estas preguntas a la mente: “¿Realmente quiero continuar esta batalla con mi pelo? ¿De verdad quiero sentarme en esa silla todos los meses?”. Empecé a replantearme estas preguntas.
Decidí ir a comprar un bocadillo en un sitio al que llevaba mucho tiempo sin ir. Entré en la tienda y esperé en el mostrador a que me atendieran. Allí había una mujer increíble con una elegancia enérgica.
Sonreía segura y feliz con su bonita melena cubierta de canas. Le pregunté si tenía unos minutos para hablar conmigo. Estuvimos un cuarto de hora hablando de su transición del color al tono natural de su pelo. Cuando le di las gracias por ayudarme a decidirme, ella me dio las gracias por decirle que estaba guapa tal y como era.
La imagen de esa cabellera de plata me animó y me ayudó a reconciliarme con la mía en las siguientes semanas. ¿Qué tiene de malo la edad que tengo? Tengo casi sesenta años.
Todos envejecemos y no busco ser una mujer más joven. Me encanta mi espíritu y mi cuerpo. Me encanta la edad que tengo, llena de sabiduría creciente y de experiencias de vida.
Entonces, ¿Por qué necesitaba teñirme el pelo? No se trataba de nadie más. Sólo me concernía a mí. Y me di cuenta de que en parte, me había convertido en prisionera de las apariencias. Todos envejecemos, todos vamos a pasar por ello.
Al tomar la decisión de dejarme el pelo sin teñir, con mis canas, descubrí que ese simple gesto me estaba colocando en un nuevo territorio desafiante para mi mente.
Como suponía, me encontré en un tira y afloja conmigo misma, por el prejuicio cultural de que una mujer mayor no vale tanto y de que incluso ser una de ellas resulta jugar en desventaja.
Esa idea contra mí es un daño que ha ido calando profundamente, como consecuencia del bombardeo incesante de los medios y en la publicidad en general, de que hay que buscar mantener una apariencia joven a toda costa.
Estaba confundida cada vez que me encontraba luchando con mi propio ser para superar la idea sutil pero arraigada de que lo viejo es feo. Ahora he ganado en coherencia, lo conseguí con un profundo amor por la mujer que soy, llena de vida, de coraje y también por la mujer que quiero continuar siendo.
Existe una necesidad urgente que mi alma dice de dejarme el pelo gris como una forma de afecto tierno, de aceptación y de compasión hacia mí misma.
Como todos envejecemos, tengo los años que tengo y la experiencia vital que esto conlleva, también soy una mujer que:
- Monta en bici sin manos y canta bajo la lluvia.
- Se tira al lago con ropa y se ríe de sus locuras.
- Escala o se tira al suelo para conseguir la foto más inspiradora.
- Ve la televisión con los pies sobre el sofá y no le importa.
- Baila en los pasillos de una tienda si está sonando una canción.
Es verdad que ahora tengo el pelo blanco por la coronilla, por los lados va cogiendo un tono plateado y por la parte de atrás es de un gris oscuro pero, comprendí que así tiene que ser porque todos vamos envejeciendo y yo, también.
Estoy entusiasmada por dentro, tengo una gran sensación de libertad, de niña inocente, de chica curiosa, de adolescente decidida, de una joven que florece, de la madre amorosa, de la mujer de mediana edad y de la que se adentra en la edad madura.
No sé en absoluto cómo voy a sentirme cuando mi pelo pierda todo el tinte pero, mi yo interior me dice que será como la sensación agradable de llegar a casa o de empezar una nueva fase de mi vida.
Si no es así, siempre puedo volver a teñirme. Pero no creo que esto ocurra. Mi corazón, mi mente, mi alma, mi espíritu y mi cuerpo me dicen que es el momento de dar la bienvenida a esta nueva etapa, a esta nueva edad, la que tengo. ¡Todos envejecemos lo importante es cuánta vida y alegría le sigues dando a tus años!
Yo tengo 44 años, y hace dos decidí dejar de teñirme. Debo reconocer que no fue fácil, que el entorno no siempre ayudó (aún me miran raro o me dicen aquello de que parezco más mayor, curiosamente más mujeres que hombres). Yo simplemente sonrío. Mi edad es mia, mi apariencia es la que decido yo, tanto si deseo teñirme como si no. Además, ahora mi pelo está fuerte y sano, plata y blanco , brillante… En mi caso no es una cuestión de aceptar mi edad, es una cuestión más profunda, de aceptarme a mi misma. No me arrepiento lo más mínimo, es más, lo cuido y luzco como nunca, porque es mío, es natural, es lo que soy. Y cuando una está en paz consigo misma, está en paz con lo que le rodea. Aprovecho para agradecer este blog. Es absolutamente maravilloso. Mil gracias.
Muchas gracias Mónica, me alegra que te guste el blog y enhorabuena por el cambio, por quererte y ser firme con tus decisiones. Un abrazo.