La mente es un caballo desbocado. ¿Será por eso que cuesta parar aunque solo sea un momento al día?
La buena noticia es que, ese caballo desbocado, puede volverse mucho más tranquilo.
Si cuando termina el día hicieras un repaso de lo que has hecho, seguramente la lista estaría llena de cosas, de pensamientos, de emociones pero es casi seguro, que no aparecería ninguna referencia a: “He sido consciente, estuve presente, no pensé en nada…”
Thich Nhat Hanh, un monje budista, suele contar una historia muy popular, que muestra cómo es la relación que tienes con tu mente. Es la historia de un hombre y su caballo, siempre galopando, sin parar.
Alguien, al verlo pasar, le pregunta: “¿A dónde vas?”. Y el jinete le contesta dándose la vuelta: “¡No lo sé, pregúntaselo al caballo!”.
La respuesta puede resultar divertida, pero al mismo tiempo, refleja una realidad más grande. Muchas veces no sabes exactamente a dónde vas, para qué vas o por qué tienes tanta prisa.
Vas sobre un caballo, galopando de aquí para allá y es él quien decide por ti. ¡Y tú le sigues! Este caballo se llama “la energía del hábito”.
Posiblemente hayas heredado esta energía de tus padres o de otros antepasados. Esta energía es la que te lleva a hacer lo que haces en cada momento, tú no eres el soberano de tus decisiones, es el caballo, o sea, tu mente. Es la energía del hábito la que te lleva a decir y hacer ciertas cosas.
Por ejemplo, aún sabiendo que si decides algo desagradable que te traerá sufrimiento a ti y a otras personas, aún así, lo haces. Más tarde puedes decir: “¡No pude evitarlo! Es más fuerte que yo”.
Te prometes de todo corazón que la próxima vez no lo harás así pero, cuando la situación se repite, vuelves a comportarte exactamente del mismo modo. Esta clase de energía es la energía del hábito, la de la mente está acostumbrada a esas reacciones.
Has estado mucho tiempo funcionando de esa manera y ahora, puedes tomar consciencia de que tú decides guiar al caballo desbocado, a la mente alocada y no seguir a la deriva, sin sentido.
El primer paso es aprender a detectar esos momentos, parar y reconocerlos.
Es una práctica simple, efectiva y maravillosa. Cuando estés nerviosa, cuando sientas tristeza o enfado, ¿Qué puedes hacer para volver a sonreír y estar en paz? Aprender el arte de parar, de parar un momento, bajarte del caballo y respirar, de esta forma recuperarás la paz en tu interior en lugar de seguir aumentando el malestar.
La práctica de parar un momento sirve para recuperar la calma y tener una mente clara y estable. Sin serenidad, será muy difícil encontrar la solución.
La práctica de parar no significa que tienes que sentarte inmóvil en un lugar porque, aunque lo hicieras, tu mente seguiría viajando al pasado o al futuro y eso, no es parar.
Detener la mente
En tu interior hay una especie de película que está funcionando todo el tiempo, sin cesar, no se detiene, va de atrás hacia adelante, de adelante hacia atrás. Aunque no digas nada en voz alta, dentro de ti no hay silencio.
El silencio interior te ayuda a disfrutar de lo que tenemos en cada momento. Detenerte es volver al aquí y al ahora y sentir las maravillas que la vida te está ofreciendo en ese preciso momento.
El caballo desbocado
Si tu mente no se detiene, el caballo sigue galopando más y más lejos, quizás estés sentado en un lugar, pero tu mente estará en otra parte, muy lejos de ti. Al parar, cuerpo, mente y corazón se unen, regresan al aquí y al ahora.
Hasta el vaquero más experto se cansa de estar galopando sobre un caballo todo el día. A la mente le pasa lo mismo, se cansa y necesita parar y eso, depende de ti.
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