¡Cuidado con los falsos maestros porque, haberlos los hay!
No se trata de estar en contra de ganar dinero por hacer un trabajo o por poner en práctica lo que se ha aprendido.
El dinero no es sucio ni indecente pero ganarlo a costa de manipular, mentir, exagerar atributos que no se tienen, predicar algo y hacer otra muy diferente, aprovecharse de las debilidades de quienes confían en lo que se les ofrece, prometer lo que no se puede dar… para mí, sigue siendo algo imposible de digerir.
Hace falta humildad por parte de quien ofrece y mucho, mucho discernimiento por aquellos que buscan respuestas.
Tres ávidos y falsos maestros se reúnen para hablar y contarse los unos a los otros cómo consiguen sus ganancias.
El primero de ellos dice:
– Yo trazo un círculo en el suelo y lanzo las monedas al aire. Las que caen dentro del círculo son para mí, pero las que caen fuera son para Dios.
Otro de ellos explica:
– Yo también trazo un círculo en el suelo y lanzo las monedas al aire. Las que caen dentro del círculo son para Dios y las que caen fuera, son para mí.
Y el tercero de ellos, el más codicioso comenta:
– Queridos amigos. También yo trazo un círculo en el suelo. Lanzo las monedas al aire. Las que caen son para mí y las que no caen son para Dios.
Los falsos maestros
Hace años escribí un libro que se tituló “Verdad y mentira de los falsos gurús” y resultó muy polémico en su momento y molestó muy mucho a algunas personas.
Hoy en día proliferan más que nunca quizá los falsos maestros, los desaprensivos, los pseudo profetas y los falsos iluminados que prometen sanarlo todo y no curan nada.
Han surgido todo tipo de organizaciones que se extravían en falsas promesas, toda suerte de predicadores que hablan de todo pero no practican nada e infinidad de embaucadores que se aprovechan de la insatisfacción de algunos para engatusarles sin descaro.
Se mueve tanto dinero en el mercado de la espiritualidad, que a veces no resulta fácil discernir entre la plata y el nácar, la joyería y la bisutería.
Se hacen promesas imposibles, remedios fáciles o atajos para tocar el cielo cuanto antes mejor. Otros se dejan engañar y no usan su discernimiento, ya sea por ignorancia o por desesperación.
Los hay que solo buscan los fuegos artificiales y no les interesa nada la evolución de la consciencia y también están los que no quieren hacerse responsables de su búsqueda interior y prefieren que un “gurú o falso maestro” les meta en su cárcel antes de seguir en la suya propia.
Tampoco faltan los que les apoyan sin querer indagar mucho si se trata o no de una persona compasiva, fiable, coherente o que tan holgazanes son, que caen en la trampa de que otro, puede hacer el trabajo interior por ellos.
Es así como la legión de falsos maestros no cesa de aumentar o de “iluminados” que impúdicamente se proclaman como tal.
Pues “ciegos siguiendo a otros ciegos y todos directos al barranco”. Oídos sordos para las palabras que están llenas de sabiduría: “¡Esperadlo todo de vosotros mismos, de nadie más!”.
Dadas las sinuosas sendas que se adentran en el supermercado espiritual, urge alumbrar la lámpara del discernimiento.
¡Siempre hay que poner a prueba al maestro! No basta con escucharle, hay que corroborar que lo que predica es lo que practica. Esta es la única forma de saber si has dado con un falso maestro o tienes la fortuna de haber encontrado a uno auténtico.
Eso pasa cuando la gente espera milagros de un día para otro y buscan una solución rápida. El mejor maestro es uno mismo. Hay gente que defiende a muerte a ciertos gurúes. Y está bien aprender pero cada uno tiene su experiencia distinta. Y yo les digo que Krishnamurti o el que sea, se la pasan hablando (dicen cosas muy buenas) y se ofenden. No son capaces de pensar por sí mismos. Y no juzgo, discierno.
Cada uno tiene su aprendizaje personal e intransferible. Soy de la idea de que para empezar a abrir la mente hay libros maravillosos, películas muy motivadoras o personas que tienen un buen bagaje espiritual pero luego, tienes que hacer una criba y ver con qué te quedas, qué es lo mejor para ti y hacer tu camino. Hay una frase que siempre digo respecto a estos temas: “Nunca me quedo con el mensajero, me quedo con el mensaje”. Lo que tú dices, hay que usar el discernimiento. Un abrazo Nadia.