La comida actual no es nada saludable dice la nutricionista Reina García Closas. Esta sociedad está fabricando gente triste y muchos alimentos generan frustración y ansiedad.
Siempre en busca de un buen sofá para tumbarnos.
¿Sabe por qué los enamorados adelgazan?
¿Los sinsabores del mal de amores?
Al contrario: están felices llenos de endorfinas y por eso comen menos. Buscamos en la comida lo que no nos da la vida.
Y hay tentaciones en cada esquina.
Muchas de ellas empaquetadas pero crujientes, gracias a la grasa trans que acompaña a alimentos insanos, aunque gratificantes por su elevadísimo IG (índice glucémico: glucosa en sangre).
Te sacian enseguida al dispararlo por las nubes pero, tras dos horitas, te lo dejan incluso más bajo que antes… Y quieres más.
¿Una caloría no es una caloría y punto?
Importa más la calidad de la comida que cuánto comes. Toda la harina blanca: desde la barra de pan blanco de toda la vida hasta la bollería y pastelería, las patatas, la pasta –y peor si está muy cocida–, las bebidas embotelladas azucaradas, todas esas chucherías cargadas de aditivos y azúcar…¡No se puede llamar a eso comida!
Causan obesidad por su alto IG: ¿sabe que el pan blanco tiene un IG más alto que el azúcar?
Con lo bueno que está.
¡Por eso mismo! Si lo sustituye por pan negro de grano entero –no integral a medias– le gratificará menos de entrada, pero no le engordará ni dañará su salud.
Nos convienen los probióticos para la flora intestinal, los frutos secos, las frutas, los cereales y verduras: espárragos, puerros, achicoria…
Recuperémoslas. Pero, además del IG, en la comida influyen también las grasas…
¿Todas son igual de malas?
De nuevo importa más el tipo que la cantidad. La mejor sería la del aceite de oliva o los frutos secos y la peor, la grasa hidrogenada o trans: que convierte galletas, patatas, aperitivos y tanta comida empaquetada en crujiente y adictiva.
Y conveniente para guardar y vender.
Pero perjudicial para la salud. La paradoja es que la industria ha logrado abaratar esos alimentos insanos de paquete y conserva y en cambio, los buenos alimentos frescos, la comida de verdad son cada vez menos disponibles y más caros.
Las clases menos favorecidas sufren más frustraciones y tienen menos información, por eso son las primeras víctimas de la epidemia de obesidad que nos asola.
Hay quien come de todo y no engorda.
Solo el 10% goza de una genética que se lo permite, según el estudio de Willett en Harvard, sobre 120.000 personas durante 20 años. El resto si no vigila la comida, engorda.
Hoy se hace mucho deporte.
Pero menos ejercicio inadvertido: mi abuela gastaba el doble de calorías haciendo la cama que yo con edredón, auxiliada además en todo por electrodomésticos. No compare mi infancia de correteos por las calles…
Cuando estar hermoso era estar sano.
Con los niños de hoy en día frente a las pantallas día y noche. “Rapaza: come el pan, y así te crecerá el pecho”, me decía mi abuela gallega. Pero ¡qué pan tan sabroso y natural!
Predominaban alimentos frescos en la mesa y gozábamos del equilibrio de paseos y charla en la calle que liberaban endorfinas lentamente. ¡Añoro la comida auténtica!
Perder el tiempo con gente es ganarlo.
Mi abuela iba al huerto cada día a los 80 años y no dejaba pasar una oportunidad de conversar con la gente. Y es que la obesidad no es sólo cuestión de alimentación: es un fallo del equilibrio dieta-ejercicio-relajación.
Y la conciencia de vivir el momento ayuda: por eso aconsejo el rito ansiolítico de bendecir la mesa. ¡Casi nadie bendice la comida hoy en día!
Sin goce, hay más engorde. Oler, saborear, compartir el rito de la comida ayuda a que transcurran sin ansiedad los 15 minutos que necesita para llegar al cerebro la señal de saciedad. Si usted conversa relajado y comparte la comida, no tendrá la ansiedad de engullir.
Y cuando llega, no he comido el doble.
Si comes sin ansiedad, comes mucho menos. La relajación ayuda a no engordar, igual que las sanísimas ocho horitas de buen sueño.
¿Si comes menos vives más?
La obesidad causa inflamación –relacionada con el envejecimiento– y acelera la oxidación celular, porque la grasa segrega moléculas proinflamatorias. Pero yo aconsejo comer más de lo bueno y menos de lo malo.
Que tu alimento sea tu medicina.
La cita es exacta, porque para frenar esa oxidación y desinflamar podemos tomar alimentos de la dieta mediterránea, que cada día alabamos mucho pero los olvidamos y comemos muy poco, como el vino tinto, los frutos secos, el aceite de oliva, las legumbres…
Y de otras dietas, como el cacao y los frutos rojos o el té verde.
¿Hay michelines peores que otros?
La grasa subcutánea bajo la piel en caderas, muslos y glúteos de las señoras premenopáusicas es una obesidad ginoide o periférica y no es peligrosa…
Rubens la idealizó; hoy no es estética.
En cambio, la grasa abdominal androide o central sí es muy perjudicial y propicia las cardiopatías. Mídase la cintura y si supera los 102 centímetros –88 en las señoras–, adelgace con urgencia.
Y la dieta Dukan…
La suya no es una dieta sana. No estoy a favor de la ingesta masiva de carne roja, porque favorece el envejecimiento prematuro y las cardiopatías. Lluís Amiguet.
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