El coraje de ser tú mismo y ser feliz. Nada tan difícil como convertirse en uno mismo. ¡Qué gran paradoja! Convertirse precisamente en lo que uno nunca ha dejado de ser.
Pero ¡son tantos los viejos patrones, las pautas, los esquemas y los condicionamientos! Con todo esto, existe el riesgo de convertirnos en un simulacro de nosotros mismos.
Existe una historia muy significativa. Una mujer cumplió ciento diez años y los periodistas fueron a entrevistarla. Le preguntaron si querría volver a vivir la misma vida.
Espantada, contestó: “No, no, por favor, jamás. Cuando era niña viví en base a los sueños y deseos de mis padres; después me casé y viví en base a los sueños y deseos de mi marido. Después sucedió lo mismo con respecto a mis hijos, a mis nietos y a mis biznietos.
¿Saben lo que les digo? Si volviera a nacer, sería muy diferente”. Nos enseñan a hacer pero no a Ser, a ir hacia lo externo, pero no hacia nosotros mismos. Vivimos o malvivimos condicionados por las creencias de los demás. Nos alejamos de nuestro centro y dejamos de ser para convertirnos en un falso holograma.
Como dice un proverbio zen, “nos ponemos de espaldas al sol y nos preguntamos dónde está“. Hay mucho más que desaprender que aprender; mucho de lo que despojarse para ser uno mismo. Se requiere de un inmenso coraje.
Pero con que podamos arrojar por la borda algo que no nos pertenece, ya hemos obtenido un gran logro y el camino comienza a abrirse.
La salud emocional no está solo en hacer y mucho menos en aparentar o seguir los dictados de los otros. Está en SER. No hay experiencia tan rica, inspiradora y reconfortante como la de SER.
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