No conviertas tu vida en una queja constante. ¿De verdad es tan terrible todo lo que te pasa? Practica el arte de no amargarte la vida y aprende a relativizar, todo en su justa medida.
El psicólogo Rafael Santandreu le ha puesto nombre a esta actitud derrotista y pesimista, le llama “terriblitis”, la mala costumbre de convertirlo todo en un drama.
Varias cosas: la primera, que si se siente así, desesperado, es porque se está diciendo a sí mismo tonterías del tipo: “Estoy solo, soy un desgraciado”. Así que le diría: “Deja de decirte esas cosas y empezarás a sentirte mejor”. No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede.
Segunda cosa a recordar: miles de personas en todo el mundo son solteras durante toda su vida (los monjes, por ejemplo) y son muy felices, señal de que es posible estar soltero y sentirse bien. Tercera, al margen de la soltería, ¿no existen otras cosas valiosas para hacer por ti y por los demás? ¡Pues no pierdas el tiempo quejándote, para qué amargarte la vida, céntrate en todo lo bueno que ya tienes!
Quejarse es una tentación en la que se cae con facilidad porque a veces, y solo a veces, funciona. Sin embargo, se paga un precio demasiado alto por ello. En realidad cada vez más personas saben que quejarse es un hábito muy nocivo, hasta el extremo de causar enfermedades emocionales y físicas.
Sí. Puedes armar un ‘pollo’ para que te atiendan mejor y recibir una compensación. Es el famoso “quien no llora no mama”. Pero si te acostumbras a hacerlo, te volverás un cascarrabias: una persona siempre enfadada, nerviosa, deprimida. Quejarse es una mala elección. ¡Deja de amargarte la vida!
No, se trata de demandar las cosas siempre en positivo, sin exigencias. Puedes insistir, pero no exagerar hasta el punto de creerte tú mismo que la situación es intolerable y empezar a decirte: “No lo puedo aguantar”. Es entonces cuando empiezas a hacerte débil y vulnerable.
Vale. Te concedo que temporalmente la queja pueda tener un efecto analgésico, pero al precio de ir volviéndote cada vez más pesimista y amargado. ¿Vale la pena? Yo creo que no.
De nada. Stephen Hawking dice:“Quejarme es inútil y una pérdida de tiempo”. Suceda lo que suceda, no me quejo. Acepto la situación y busco solucionarla, pero sin dramatizar. Sé que puedo ser feliz en cualquier circunstancia. Eso me hace fuerte.
Quien dice eso, no sabe mucho de psicología de la pareja. La mejor forma de arruinar una relación es quejarse. Las parejas que prosperan son las flexibles, las que ‘sugieren’ pero no ‘exigen’. ¿Quién quiere una pareja para amargarte la vida?
Muchas veces decimos: “¡No has sacado la basura! Quedamos en que lo harías. ¡Me pones de los nervios!”. Y al hacerlo, nos amargamos porque pensamos que eso es esencial para nuestra felicidad. Pero lo peor es que el otro copia nuestra forma de convertirlo todo en terrible, recuerda sus agravios y piensa: “¡Pero tú no me tienes en cuenta y eso tampoco lo aguanto yo!”.
A todos mis pacientes les doy un único diagnóstico: “terriblitis“. Esto es la tendencia a calificar de “terrible” o “muy malo” situaciones que no lo son. Cuando haces eso, las emociones que experimentas son exageradas: ansiedad, miedos, dudas… Tienes que cambiar el chip y darte cuenta de que en la vida, hay muy pocas cosas terribles, la vida es muy fácil.
Más que repetirse mantras hay que creérselos firmemente. Yo no enseño pensamiento positivo, sino a evaluar en su justa medida las situaciones y darse cuenta de que las cosas no son ‘terribles’. Toda la cháchara interna tiene que ver con cosas como estas: “Necesito esto o lo otro para estar bien”; así que hay que enseñar lo contrario: “Ya tengo todo para estar genial”.
La ambición está acabando con el mundo. Solo hay que mirar cómo estamos esquilmando especies, acabando con los subsuelos y recursos naturales… La verdad es que hay que desear con moderación, obtener las habilidades necesarias y trabajar.
Que el mundo no es una carrera para conseguir prestigio, logros, fama o dinero. Que los héroes de nuestro tiempo deben ser las personas sencillas. Que la humildad y la tranquilidad emocional son los mejores bienes para ser feliz.
Que la autoestima no dependa de logros o habilidades sino simplemente, del hecho de que eres una persona con capacidad de amar. Todos tenemos eso, así que todos valemos lo mismo.
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