Escoja el edificio más emblemático de su ciudad. O el más feo. O el más alto. Ahora, imagínese ese edificio cubierto de lechugas, tomates o pimientos.
Esta es la visión del investigador del MIT Caleb Harper, fundador del grupo de investigación MIT CityFarm, que reúne a ingenieros, arquitectos, urbanistas, economistas y científicos en una suerte de cajón de sastre empeñado a encontrar fórmulas para poder encontrar espacio de cultivo allí donde casi no hay espacio: las ciudades, en las que vivimos más de la mitad de población del mundo.
Volvamos al imaginario edificio convertido en huerto.
Si en su composición mental ha incorporado tierra, olvídelos inmediatamente.
La propuesta de MIT CityFarm apuesta por la innovación y eso, hablando de agricultura, parece pasar por cultivos basados en hidroponía (las plantas crecen en agua enriquecida con minerales) o aeroponía (las plantas crecen en entornos húmedos, pulverizadas con agua rica en minerales. Sus raíces se convierten en colgantes).
Por el momento, se han montado un huerto en sus instalaciones en el que crecen vegetales empleando un 98% menos de agua, y sin usar ningún tipo de fertilizante o pesticida químico.
Asegura, se trata de contribuir a un cambio de paradigma en el que ya se sitúa el movimiento que defiende la producción local: “Tenemos que replantearnos el crecer allí y comer aquí. La clave está en hacer crecer aquí y comer aquí”.
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