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Hasta el momento, todavía no sabemos morir en paz y armonía con esta existencia, con la familia y con la vida en general, y por si fuera poco, se llega al momento de desencarnar sin haber limpiado las emociones negativas del pasado, los rencores, las envidias, las ansias ni la culpabilidad.
De aquí que al ser enterrados, estas energías contaminaban a nuestra madre Gaia, de tal manera, que nos vimos obligados a cambiar las costumbres para incinerar los cuerpos de los fallecidos (en algunas tradiciones sólo se entierran a los maestros), y así disminuir sensiblemente la influencia de una vida en desarmonia sobre la envoltura energética de nuestro planeta.
La cultura dominante favorece este caos, y las tensiones, las angustias y el miedo nos acompañan en los momentos de transición hacia otras realidades.
Así que una de las primeras conquistas espirituales que se hace imprescindible, es mirar a la muerte cara a cara como una ilusión, conectar en vida con otros planos de la existencia y ser conscientes de nuestra realidad multi dimensional.
Tenemos que afrontar la muerte como una batalla florida, como un desafío en el que entramos con alegría, con curiosidad y dispuestos a mirar la nueva realidad luminosa que se nos presenta por delante.
Nuestro papel en un cuerpo físico es transformar lo denso en sutil, transformar los conflictos en alianzas, evolucionar emocionalmente hacia el amor incondicional, dejar a un lado el sufrimiento y ser maestros de la energía.
Todo se repite sin remedio, tanto en los vínculos familiares, como en el trabajo, las diversiones y los problemas. De hecho la conciencia vive en un tiempo circular, que siempre atraviesa los mismos paisajes, y sólo una crisis de purificación (pérdida de un ser querido, grave enfermedad, separación amorosa, trauma con un miedo intenso) puede romper esa inercia desgastante.
Primero asumir que, como alma inmortal, hemos pasado cien veces por este sueño de la vida en la Tierra (con diferentes padres, parejas e hijos), y después ser capaces de reconocer, o de experimentar directamente, que la conciencia que Yo Soy, permanece indemne cuando cambiamos de vehículo.
Quizás esta es la razón por la que las antiguas tradiciones afirman que podemos iluminarnos en el momento de la muerte, hayamos vivido como hayamos vivido, si la afrontamos sin temor, con esperanza y conciencia.
Necesitábamos esperar al momento oportuno y ya está aquí, siendo imprescindible que la conciencia colectiva tome el mando del cambio de paradigma.