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¿La pareja está en crisis?… Y, si es así,
¿esta crisis tiene que ver con nuestra época o es consustancial a cualquier
relación humana, en cualquier momento, en cualquier lugar?
La pareja en sí misma no puede estar en crisis, porque la
pareja es la fábrica de la vida.
Por otro
lado es verdad que vivimos una época de individualismo, en la que la
afición a uno mismo, al yo, está prestigiada y bien vista, generando una
forma crítica de vivir nuestras relaciones de pareja.
Hoy en día, las personas
no nos encontramos tan insertadas, como hace tan sólo cincuenta años, en
unidades sociales, en grupos o en familias significativas.
De esta manera la
pareja es vivida como expresión de lo individual y no de lo social, es mucho lo que pedimos y esperamos de la otra persona, mucho lo que hay que vivir en común.
Entonces, lo que ocurre es que cuando surgen los conflictos, los avatares
propios de la pareja, los temas de los hijos, las desavenencias, la muerte, la
enfermedad…, en lugar de inclinarse hacia un apoyo, se
escoran hacia el yo, tratan de salvarse a si mismos.
La pareja no da la felicidad ni tiene
porque darla. No es ésta su función.
Y ¿cuál es
su función?
Desarrollar el amor junto a la persona
con la que caminamos en alguna dirección, a veces con tristeza, a veces con
dificultad, a veces con alegría… La felicidad sólo la da la asunción profunda de que
la realidad es buena tal y como es, que lo que vivimos es correcto, es decir,
una actitud coherente con los hechos tal y como son.
Creamos una alianza con
la vida tal como es… que nada tiene que ver con la resignación y el conformismo
y esto nos apoya y fortalece.
De esta manera, se diría que uno puede ser feliz
aunque, por ejemplo, lo que hace y siente la pareja no concuerde con lo que uno
desearía que hiciera o sintiera, o aunque surjan problemas o situaciones
complicadas.
Pero esto sólo se consigue sin oposición al otro, desde el profundo
respeto, aunque el camino de la otra persona se dirige en una
dirección distinta a lo que uno esperaría.
Algunas filosofías orientales hablan
de la felicidad no dependiente del rumbo de las situaciones, una felicidad que no se identifica con los pensamientos, las emociones y los
hechos.
En general la pareja no da la felicidad, especialmente cuando se la
espera en demasía.
Porque en la vida todo se pierde y el gran aprendizaje es despedirnos
con alegría de lo que la vida nos quita como decía San Agustín.
Aprender a
perder y a soltar, es un gran aprendizaje para todos.
Lo que está claro es que, tarde o
temprano, todos nos encontramos con alguna crisis o con varias… ¿Qué hacemos con
estas crisis? ¿Cómo poder utilizarlas en nuestro
favor?
Hay muchos tipos de crisis.
Las crisis
principales que se viven en una pareja son crisis de evolución… Por ejemplo, al
principio, las crisis más frecuentes tienen que
ver con que cada uno viene de una familia distinta.
Cada familia tiene sus
propias reglas, sus propios códigos, sus propios amores, sus propias dinámicas.
Por tanto, las primeras crisis, son una especie de
negociación soterrada sobre distintas maneras de funcionar.
Lo que ocurre es
que, con el tiempo, la pareja se da cuenta
que se puede dejar atrás el modo de funcionar de sus familias de origen y hacer
una familia propia que cuente con sus propias reglas y que llegue a tener más
peso que las familias originales…
Entonces ambos se desprenden internamente de
su rol filial e infantil y maduran y se engrandecen…
Otras crisis llegan cuando
nace un hijo, cuando un hijo enferma o muere, cuando hay un aborto, cuando hay
crisis profesionales, problemas económicos, etc…
Lo que parece claro es que la solución a la mayoría de estos
conflictos es buscar formas de equilibrio en el intercambio, de respeto a los
hechos cuando han sido dolorosos, respetar y comprender la manera de vivirlo de
cada uno.
También es muy común que los problemas se deban a lealtades e
implicaciones con hechos y personas de las familias de origen que impiden
aterrizar con fuerza y presencia en la pareja.
¿Hay que
pasar del enamoramiento al amor?
Bueno, ya sabemos
lo que significa estar enamorados…”no te veo, pero me mueves”… Amor significa
“te veo y no me mueves tanto”… La continuación sería, “pero me mueves lo
suficiente para quedarme contigo y cada día ir aprendiendo a amar lo que veo y
quien eres”.
Así se reduce el ego personal.
Pienso que con el tiempo hay todavía
un amor más profundo que vendría a decir “te veo y por lo tanto veo de donde
vienes, lo que implica, lo que te dirige, tu camino único y singular …
incluso veo que tal vez no te quedaras conmigo para siempre”…
Aún se reduce más
el ego.
Este amor conlleva no sólo amar al otro sino amar el camino propio que
le impulsa, amor a sus impulsos, amor a sus orígenes, amor a su destino.
Pero
éste sería un amor muy desarrollado… No sé si conoces a Swamiji Prajnanpad, que
era un maestro hindú, hablaba de que las condiciones para que una pareja
funcione son muy sencillas.
Por ejemplo, él hablaba de que la relación debería
ser fácil, es decir, que no haya emociones demasiado fuertes.
Hablaba de otras
condiciones, también, como el verdadero compañerismo; sentir a la pareja como
alguien plenamente fiable; que exista un impulso espontáneo para propiciar que
el otro esté bien, que el otro sea feliz, que sean dos naturalezas no
demasiado incompatibles, y alguna cualidad más que ahora no recuerdo…
Tenemos
que reconocer que a veces, aunque perviva el amor en una relación lo mejor es
dejarla, simplemente, porque existen fuerzas más grandes que ese amor que la
hacen difícil.
Son asuntos
que vienen de sus familias de origen: reglas, códigos, lealtades… a menudo, el
propio tabú de que a uno le vaya mejor que a su padre o a su madre,
identificaciones con personas que no pudieron lograr algo… Y la realidad es que,
en muchos casos, estas limitaciones se ponen de manifiesto en alguno de los
miembros de la pareja impidiendo que la relación pueda salir
adelante.
A veces,
me parece que desde el mito individualista se tiende a no entender ni aceptar
todo lo que el otro trae consigo, su cultura, su familia… en definitiva, no se
acoge todo lo que el otro significa… Y esto termina siendo causa de muchos
fracasos.
Sí, esto es de locos.
La mayoría de las
psicoterapias, en el fondo, lo que intentan es que las personas lleguen a amar a
sus padres. Pero ¿por qué?
Bueno, porque es la única fórmula para que la persona
se pueda amar a si misma, porque no es posible amarse a uno mismo si uno no ama
a sus padres.
En lo profundo, un hijo se siente leal a los padres. Te diría que, en un sentido más amplio, hay una lealtad hacia
toda la familia de origen…
En la pareja no se puede decir, entonces, “te quiero
a ti, pero no quiero a tus padres”. Eso esta reñido con el amor.
Si te quiero a
ti, tengo que querer a los padres que te han dado la vida.
Cuando miras a tu
pareja también miras a sus padres. Llevado más lejos, el amor puede significar
que uno sea capaz de amar a los padres de la otra persona aunque ella misma no
los ame…
Y ¿qué
podemos decir de las relaciones de poder en el seno de la pareja? ¿Por qué se
establecen esas luchas por los hijos, por las funciones que cada uno asume, o no
asume, etc.?
Bueno, la lucha de poder sólo aboca
al fracaso. Cuando se lucha significa que alguien tiene que ganar y alguien
tiene que perder. Cuando esto ocurre, la realidad es que los dos pierden…
Generalmente, las luchas más encarnizadas en la pareja no son más que asuntos
pendientes con los padres, necesidades no satisfechas por
estos.
Hay que dar un buen lugar a nuestras familias dentro de nosotros.
Pero,
sin duda, la experiencia del dolor en la pareja es causa de muchas crisis.
Vivir
el dolor es muy difícil. El dolor separa, a menudo, profundamente a las
personas… Y, bueno, como ya hemos dicho también influye mucho en el desarrollo
de una vida en pareja todas las expectativas que ponemos en el otro…querer que
el otro sea un poco mi madre, o un poco mi padre…
En el fondo, todos buscamos un
poco eso, pero lo malo es que esto esté totalmente descompensado, que haya una compensación de algo que no se vivió con los padres y
eso busque resarcirse en la pareja.
¿Qué lugar
ocupa en todo esto el perdón?
Existen dos tipos de
perdón.
Hay un perdón positivo que consiste en asumir que algo te ha hecho daño
y aceptarlo de verdad. Pero existe otro tipo de perdón más negativo en el que el
otro es malo, pero, como yo soy bueno, le perdono.
En este caso, el perdón está
al servicio de la desigualdad, porque el que perdona se siente superior.
El
verdadero perdón es asumir.Lo importante
entre hombre y mujer es el equilibrio, que haya reciprocidad en lo bueno que
cada uno aporta…
Julián Peragón.