Cuando la eurodiputada y ex ministra francesa
Corinne Lepage habla de la ‘mafia transgénica’ , de las manipulaciones
científicas de cuatro poderosas multinacionales, con Monsanto a la cabeza, de
ocultaciones premeditadas de daños en la salud, de presiones políticas y
económicas, sabe bien lo que dice.
Lepage acaba de presentar su libro ‘La verdad sobre los transgénicos.
Nuestra salud está en juego”. No pareció
sorprenderle demasiado que en la rueda de prensa sólo estuviera una periodista. Pero también es cierto que la situación que atraviesan los medios da lugar
a estas paradojas: historias que no hay quien las cuente. Como lo es también
que empresas como Monsanto ofrecen viajes a Brasil o Las Vegas para prensa, como
he podido comprobar por mí misma, con atractivas excursiones incluidas.
Pero Corinne, que lidera el grupo ecologista CAP 21 en el Parlamento Europeo,
además de los efectos sobre la biodiversidad, quería saber qué de cierto había
en la afirmación de que eran inocuos para la salud humana. Y ahora, asegura,
sabe que no lo son: un estudio científico dirigido por el biólogo Guilles-Éric
Séralini comprobó que el índice de tumores mamarios en las mujeres y
de daños en el hígado y el riñón en hombres se disparaban con un consumo
continuado a lo largo de la vida, algo que no se había investigado hasta
entonces.
“La aventura de esta investigación, las presiones e intentos de echar por
tierra sus resultados es lo que cuento en este libro, y es sorprendente que pese
a estos daños en la salud un Gobierno, no aplique correctamente la normativa
europea sobre información pública“, denunciaba
Lepage.
Fue en 1997 cuando promovió la creación del Comité de Investigación e
Información Independientes sobre Ingeniería Genética (Criigen), formado
por científicos de varios países que no tienen ninguna relación con la industria
transgénica. Ya en el año 2000, un informe de Monsanto
reconocía que su
maíz MON-863 tenía efectos ‘significativos’ en la salud, pero añadía que no
eran biológicamente importantes (¿¿??).
“Pero nadie quería meterse en este asunto, así que en 2006 decidimos hacerlo
nosotros. Fue difícil, porque Monsanto prohibe que sus semillas se utilicen en
investigaciones, y costoso, porque necesitamos 3,2 millones de euros, pero lo
conseguimos”.
El estudio, terminado en 2010, fue publicado finalmente en la revista ‘Food
and Quimical Toxicology’ en septiembre del año pasado, tras seis meses de
estudios complementarios con roedores. Los efectos detectados eran concluyentes: “Se
detectó un aumento considerable de los tumores mamarios, algún tumor era
casi un 25% del peso del animal. También se detectó en los machos
necrosis en el hígado y el riñón, que ya se vieron en experimentos
realizados en sólo 90 días”, afirma la eurodiputada y activista. “Lo
sorprendente es que los daños más graves aparecieron a partir de los cuatro
meses.
Otro de sus descubrimientos tiene que ver con el pesticida: “Demostró que el
efecto tóxico no es sólo de su elemento principal, el glisofato, sino que
los adyuvantes son hasta mil veces peores“.
“Expertos vinculados a Monsanto intentaron que este trabajo se retirara, pero
no lo lograron y más de 300 científicos de todo el mundo lo apoyan.
Ahora queremos que se repita, para estudiar el efecto en varias
generaciones, pero se ponen trabas a trabajos como éste.
Sólo en Rusia
hay uno en marcha, pero son necesarios cuatro años para cada experimento, entre
cultivo de las semillas, cría de los roedores y análisis de los datos”, añade
Lepage.
Como diputada del Parlamento Europeo conoce bien los ‘lobbies’ que se mueven
por Bruselas y otros organismos internacionales y asegura que “los protocolos sobre transgénicos los escribió la propia industria, que pelea por
mantener falsedades, que siguen ocultando datos de sus propias investigaciones”.
AGRICULTORES Y CONSUMIDORES
Muchos
agricultores rechazan los transgénicos “porque no respetan el medio ambiente,
porque contaminan las tierras adyacentes y, además, porque son más caros y no es
cierto que produzcan más”. Y la organización Amigos de
la Tierra, recordó que, además de los problemas en la salud humana, los
daños a la salud del planeta también han sido comprobados: “Son cultivos
que se diseñan para matar plagas, pero también la biodiversidad, un modelo
agrícola incompatible con el medio ambiente, totalmente alejado de la
naturaleza. Ni los Gobiernos ni los órganos de los que depende este tema,
ni los comités científicos son imparciales en este asunto. Los acaparan personas
vinculadas a las multinacionales. Es algo que tiene que cambiar”, concluyó.
Laboratorio Sapiens.