“El Cristo constituye un fuerza de amor presente en todo el universo”
Daniel Meurois Givaudan en el Congreso Internacional Más allá del 2012.
Son sólo unos pocos, torpes apuntes tomados. Es sólo el intento de compartir, siquiera algo de lo tuvimos la suerte de vivir en el Congreso. Es sólo una forma de agradecer a los organizadores, los amigos de ediciones Isthar Lunasol, el ingente trabajo desplegado. Podamos encarnar en nuestros días esos bellos y reveladores mensajes. De nada sirve estudiar la palabra, posar en el verbo emancipador nuestra mirada, si después no hallamos en nuestro interior la fuerza para intentar encarnarla.
Estamos obligados a compartir todo aquello que nos nutre en nuestra andadura.
En todas las culturas hay referencia de estos seres de las estrellas, que vienen sustancialmente a decirnos que no estamos solos. En las más diversas tradiciones habría constancia de la realidad de estos Hermanos más evolucionados y su labor reveladora.
Hay habitantes de la tierra que también han accedido a ese nivel de conciencia y gozado por lo tanto de ese contacto. La tierra avanza y se mueve y asciende en su nivel vibratorio. El trabajo nos corresponde a nosotros. La intensidad de los momentos que vivimos sería la evidencia de esa gran trasformación en las conciencias. Las crisis constituirían también la prueba de los problemas que atraviesan las gentes que no logran adaptarse a los avances evolutivos del planeta.
Cada humano es una célula de este cuerpo que llamamos humanidad. Esta humanidad es a su vez un órgano de este sistema solar. Nuestro objetivo es volvernos más y más células concientes. Se nos ha revelado que hay un octavo chacra.
La claridividencia se manifestaría como una confluencia de luces encima de la cabeza con forma de paloma. Jesús habría encarnado al Cristo celeste. En tanto en cuanto sus hijos, nosotros también podríamos encarnar esa energía. En ello insistirían los Hermanos de las Estrellas.
En el corazón humano reside un minúsculo átomo que no se puede tocar pues sobrevendría la muerte. En ese átomo simiente o permanente, hallaríamos la memoria de nuestro recorrido evolutivo. La tierra, el universo entero también tendrían sus memorias.
Dada la importancia de estos tiempos, muchas técnicas nos son reveladas para promover ese crecimiento necesario. Se nos invita a poner en valor la entrega y el servicio. Sólo de esa forma afloraría en nuestro interior la fuerza crística.
Después Daniel nos llevó a un viaje por el cosmos infinito. El escritor y guía nos propuso hacer una meditación. Para ello nos sugirió sumergirnos dentro de nosotros mismos, posarnos sobre nuestro corazón en medio de un espacio solar: “Sentid el latido del corazón… Somos el corazón de la tierra…” Se nos invita a dejar expandir nuestra conciencia hasta unirnos con la de la tierra… “Nosotros somos la tierra y sentimos sus montañas, colinas y valles. Toda la vida circula a través de ella. Somos la tierra misma. Nos permitimos sentir también el centro del universo y vemos girar a sus planetas. Nosotros somos el sol y Su Espíritu y Su Cristo. Después todo se dilata hasta convertirnos en la galaxia entera. Somos esa galaxia con sus diversos sistemas solares que palpitan en nosotros. Somos todos los sistemas solares de esa galaxia, nuestra conciencia no tiene límite. Tomamos noción de esa inmensidad en nuestro propio interior. Estamos fundidos con todo lo que existe hasta alcanzar la plena unión… La paz total se encuentra más allá de todos los conflictos imaginables. Somos uno en el corazón de Dios. Somos la galaxia entera… ¡Que el amor circule alrededor de nosotros y en nosotros. Seguimos esa corriente de amor que nos lleva de retorno al propio corazón del sistema solar y a unirnos absolutamente con el sol. Los planetas son nuestros propios órganos. Descendemos hasta volver a tomar plena conciencia de nuestro planeta tierra, sus flores, sus montañas, sus ríos, playas, mares… Descendemos y encontramos el sol central de nuestro planeta tierra. Palpita en nosotros como nosotros de nuevo palpitamos con él…” ¡Gracias Daniel!
gracias de nuevo semilla solar !